lunes, 2 de noviembre de 2015

#ViajesLiterarios- Amor del mar.

"Este relato forma parte de la cadena de relatos del proyecto #ViajesLiterarios de Reivindicando blogger. Mi relato comienza en Zumaia, que es donde acaba el de JavyDreamer."

Miré una vez más el mar, era el último día que iba a quedarme en Zumaia, pero antes de marcharme del País Vasco tenía algo que hacer. Tenía que hacer el rito de amor ante mi diosa Deva. Así que esperé a que la marea bajase y busqué nueve conchas y cristales que me llamaron la atención. Me senté en la arena e introduje la hiedra con la palabra amor en la botella que llevaba conmigo. Después fui introduciendo los pequeños tesoros que había recolectado mientras recitaba la frase: “Amuleto del mar que encontré en la arena del mar ojeando, tienes dueña, mi diosa te ha creado y hasta que ella te recupere aquí quedas encerrado”. Llené el resto de la botella con arena y agua de mar. Una vez llena la abracé contra mi pecho y dije mi nombre y el final del conjuro:

“La Marea crecerá cubriendo mis ruegos.
Ahora esta silencioso el océano.
La diosa duerme,
Aquí queda mi deseo para que ella los encuentre.
Si es su voluntad soberana
y hasta ella llega mi invocación solicito ser escuchada:
Que se cumpla lo escrito. Que se cumpla lo deseado.”

Acto seguido lo enterré y me alejé de allí, sería mejor que funcionase, o sino tendría que volver a repetirlo otra tarde de Luna Nueva... Fui al hostal a cenar y caí en un profundo sueño. Sobre las 9 de la mañana me levanté y me acerqué a la orilla de la tarde anterior. Metí los pies en el agua y cerré los ojos, dejándome llevar por el murmullo del mar. Una voz femenina me interrumpió. Me giré, pero no encontré a nadie. "Andrea, aquí..." Busqué con la mirada la procedencia de la voz, hasta que eché un vistazo al agua frente a mis pies. Una bella joven de cabello rubio y ojos verdes me llamaba desde el agua. ¿Cómo sabía mi nombre? Bueno, tal vez eso era lo menos importante. Tal vez fuese más importante que tuviese mi botella en sus manos. Al fijarme en la botella me fijé en que tenía los dedos palmeados. No podía creerlo era una sirena, el color azulado del agua impedía ver con claridad su cola, pero en efecto, ahí estaba. Mi cara debió de decirlo todo, ya que ella me aclaró que venía de parte de Deva. Me dijo que si iba hasta un pueblo playero catalán llamado Calafell mi deseo se realizaría, acto seguido me deseó buena suerte y se alejó, desapareciendo entre las olas.

Asombrada llamé a mi madre y le dije que no volvería hoy a casa. Entré corriendo en el hostal y metí en la mochila todas mis pertenencias. Pagué la estancia y me fui a toda prisa hacia mi destino, sólo había un problema, no tenía muy claro cómo ir...
Busqué en google maps la manera más sencilla de ir y encontré un vuelo por unos 100€, bueno, todos los ahorros a la basura... Pero al menos tardaría menos en llegar. El problema era que tenía que ir hasta Bilbao. Así que en el pueblo pregunté a ver si algún alma caritativa se dirigía hasta Bilbao, una señora algo mayor se ofreció a llevarme a cambio de una buena historia. Le dí las gracias y nos pusimos en marcha, mientras tanto le contaba la historia de mi viaje, el motivo por el que iba a moverme tanto: el amor. Quería reencontrarme con la persona que más quería. Durante la hora de viaje no paramos de hablar de su juventud y del amor, también de que ella fue una trotamundos. Al llegar, casi con pena nos despedimos y nos deseamos suerte mutuamente.
Entré en el aeropuerto y fui a comprar mi billete, que por suerte quedaban plazas para el siguiente vuelo, que era en quince minutos. Embarqué a toda prisa y al poco tiempo el avión despegó, y mi sueño con él.

Al llegar a Barcelona busqué un taxi que me pudiese llevar hasta Calafell, los cuarenta minutos en el coche casi me hacen tener que sacarme un riñón para pagarle, pero en cuanto llegué pagué y fui corriendo a la orilla del mar, tal y como me dijo esa sirena, y efectivamente, parado frente a la orilla estaba mi amor. Mi amor convertido en persona y en pueblo. Las dos cosas que más amaba estaban ahora juntas. Casi entre lágrimas me lancé en sus brazos y le besé, le pregunté que cómo sabía que tenía que venir aquí, y me contestó que tuvo un presentimiento. Esta fue la vez que nos juntamos para no volver a separarnos. Aquí, entre monte y mar, en Calafell.

"Mi viaje termina en Calafell, un pueblo playero que amo, y Linda Ravstar comienza su relato desde este punto.
Muchas gracias a todos por vuestra atención,
La Loca de las Converse"