jueves, 17 de octubre de 2013

La rubia peleona

"Hola amantes de la lectura, antes de que sigáis leyendo quiero deciros que no es un relato de los que solemos publicar, pero os pediría que lo leyeseis hasta el final, porque igual es algo que os hace reflexionar y que igual os abre los ojos y un poco el corazón. Gracias"

Hoy, para mi, es un día un tanto especial, es el  cumpleaños de mi madre y, como todos los años quería regalarle algo especial, pero por unas cosas o por otras esos regalos se han estropeado, y al final le he escrito una carta. Lo malo es que por otros motivos no he podido terminar la carta ni ponerla bonita; pero de todas formas se la he dado, mientras la leía las lágrimas empezaban a emanar de sus ojos, pero esta vez no sé si eran de felicidad o de un poco de tristeza.
Mientras la miraba no me podía contener las lágrimas porque todo había salido mal. y ahora le estoy escribiendo esto para que sepa lo mucho que la quiero y porque quería darle alguna sorpresa aunque sea a pocas horas de que acabe su día.

Y ahora me dirijo a vosotros, las madres no sólo tienen un día o dos, tienen 365 días especiales. No hay que acordarse de las madres sólo el día de su cumpleaños o el día de la madre; tenéis que recordarlas todos los días, tenéis que demostrarles que la queréis todos los días. Para una madre es muy duro ver que su hijo o hija no le quiere o no le importa, es muy duro. Las madres son las que nos llevan aguantando desde antes de nacer, porque antes de nacer ya les dábamos guerra.
Yo ahora os pregunto: ¿Vuestras madres saben que les queréis?, ¿Sabeis vosotros todo lo que ha hecho vuestra madre por vosotros? Os lo habéis preguntado alguna vez.

Yo sé que hay madres y madres, y que todas son diferentes, pero al mismo tiempo iguales; porque desde que se enteraron de que os llevaban dentro os han cuidado y han querido que tuvierais lo mejor, aunque les costara la vida. Nuestras madres nos animan cuando estamos mal, sufren cuando nos pasa algo,se pone sería cuando hacemos algo que no tenemos que hacer, ríen cuando les contamos algo divertido que nos ha pasado, pero cuando les toca llorar intentan que no les veamos para que no nos preocupemos y lo pasemos mal...

Podría seguir escribiendo sobre ellas, pero no acabaría nunca. Solo os pido que cuando terminéis de leer esto penséis en vuestra madre, abuela,... que penséis en todo lo que han hecho por nosotros y en cuántas veces le has dicho gracias por todo y le has dado motivos para que llore pero de felicidad. Pensarlo de verdad; y si no lo hacéis a menudo hacerlo, nada sienta mejor que un abrazo, un beso y un gracias por todo sin motivo aparente.

Gracias mamá por todo lo que has hecho por mi y por ser como eres. Muchas Felicidades.
                                                              TE QUIERO.
                                                                    By: La rubia peleona

domingo, 13 de octubre de 2013

Autora recomendada.- Rasha Mayka Baghdadi

Buenas a todos los lectores y lectoras del blog, sentimos no haber posteado nada últimamente, aunque La Rubia Peleona ya puso la primera parte de otro de sus relatos, pero es que ya no estamos en el mismo instituto, y cada una está haciendo su vida, cosa que me entristece... Aunque seguimos en contacto y nos vemos de vez en cuando, ¡no os asustéis! Jajaja.

Hoy yo, La loca de las Converse, quería recomendaros el blog de mi prima, Mayka Baghdadi. Mayka es una gran escritora, tiene un libro publicado, El mundo de Agartha, y su segundo libro, Experimentos Universales, está en proceso de ser publicado.

Ambas os agradeceríamos mucho que cuando la firma de libros tenga lugar, asistáis a la misma. Ya os iré informando sobre todos los datos y los libros de esta gran autora.

By: La loca de las Converse

martes, 1 de octubre de 2013

Recuerdos de infancia - Parte 1

Antes de empezar mi siguiente relato quiero decir que no es algo "inventado" por mí, sino una historia verdadera, narrada por una niña de 10 años pero que ahora tiene 17.

Era el verano de 2006 y hacía un año que mis padres se habían separado; desde entonces mi padre me llevaba a muchos sitios, y uno al que íbamos mucho era el Fuerte de San Cristóbal. Un lugar, una cárcel, un fuerte que se escondía bajo las malezas del monte Ezkaba. Mi padre se lo conocía muy bien, parecía que vivía allí; y ahora quería enseñármelo a mi, quería que me aprendiera todas sus entradas, pasadizos y zonas más oscuras. Yo no me negaba, me parecía un sitio bonito pero horrible al mismo tiempo, aquel sitio me daba mucho miedo por dos motivos: el primero, porque era un sitio en el que había mucha oscuridad, y a mi me daba miedo la oscuridad; y la segunda, porque mi padre me contó que allí habían muerto muchas personas, la mayoría asesinadas, y ¿a quien no le da un poco de mal rollo un sitio donde a muerto gente?

El caso es que una de las veces que fuimos solos me enseñó dos partes que todavía no conocía, una de ellas estaba en los más profundo del fuerte y la otra era un túnel que conducía a un patio exterior. Pero antes nos pasamos por la iglesia; era un lugar que llamaba mucho la atención, y era raro porque cada vez que entraba en una me empezaba a sentir mal. Pero en esta no, esta me llamaba.
Cuando entramos fuimos directos a la iglesia. Mientras yo me daba una vuelta mi papá me contó qué se hacía allí, a parte de misas claro. Cuando estaba en el lado derecho caí en la cuenta de que había unas escaleras para subir al coro, me resultó raro no descubrirlas antes. Empecé a subir las escaleras y antes de llegar arriba mi padre me llamó y me dijo que bajara, que nos íbamos a los sitios nuevos. Mientras bajaba un trozo de la pared se desprendió e hizo que me tropezara.
Salimos de la iglesia y nos dirigimos al primer sitio. Llevábamos 2 minutos andando cuando me pareció escuchar un golpe en uno de los pasillos por los que ya habíamos pasado, miré hacia atrás y no vi nada, pensé que podía ser algún trozo de pared callándose así que no me preocupe. Bajamos muchas escaleras y al final llegamos a unas cámaras, unos pasadizos fríos, húmedos y llenos de un ambiente muy pesado. Yo me agarraba con mucha fuerza al brazo d mi padre; tenía mucho miedo y un escalofrío recorrió mi espalda, provocándome todavía más miedo.

Allí abajo no se veía nada, todo era oscuridad y aunque mi padre y yo llevábamos linternas eso jo me tranquilizaba y mucho menos me ayudaba a quitarme el miedo, ya que muchas veces los escombros y los huecos en la pared formaban sombras, que a la vista de una niña eran terroríficas y daban pie a la imaginación.

                                                   Continuará...