martes, 1 de octubre de 2013

Recuerdos de infancia - Parte 1

Antes de empezar mi siguiente relato quiero decir que no es algo "inventado" por mí, sino una historia verdadera, narrada por una niña de 10 años pero que ahora tiene 17.

Era el verano de 2006 y hacía un año que mis padres se habían separado; desde entonces mi padre me llevaba a muchos sitios, y uno al que íbamos mucho era el Fuerte de San Cristóbal. Un lugar, una cárcel, un fuerte que se escondía bajo las malezas del monte Ezkaba. Mi padre se lo conocía muy bien, parecía que vivía allí; y ahora quería enseñármelo a mi, quería que me aprendiera todas sus entradas, pasadizos y zonas más oscuras. Yo no me negaba, me parecía un sitio bonito pero horrible al mismo tiempo, aquel sitio me daba mucho miedo por dos motivos: el primero, porque era un sitio en el que había mucha oscuridad, y a mi me daba miedo la oscuridad; y la segunda, porque mi padre me contó que allí habían muerto muchas personas, la mayoría asesinadas, y ¿a quien no le da un poco de mal rollo un sitio donde a muerto gente?

El caso es que una de las veces que fuimos solos me enseñó dos partes que todavía no conocía, una de ellas estaba en los más profundo del fuerte y la otra era un túnel que conducía a un patio exterior. Pero antes nos pasamos por la iglesia; era un lugar que llamaba mucho la atención, y era raro porque cada vez que entraba en una me empezaba a sentir mal. Pero en esta no, esta me llamaba.
Cuando entramos fuimos directos a la iglesia. Mientras yo me daba una vuelta mi papá me contó qué se hacía allí, a parte de misas claro. Cuando estaba en el lado derecho caí en la cuenta de que había unas escaleras para subir al coro, me resultó raro no descubrirlas antes. Empecé a subir las escaleras y antes de llegar arriba mi padre me llamó y me dijo que bajara, que nos íbamos a los sitios nuevos. Mientras bajaba un trozo de la pared se desprendió e hizo que me tropezara.
Salimos de la iglesia y nos dirigimos al primer sitio. Llevábamos 2 minutos andando cuando me pareció escuchar un golpe en uno de los pasillos por los que ya habíamos pasado, miré hacia atrás y no vi nada, pensé que podía ser algún trozo de pared callándose así que no me preocupe. Bajamos muchas escaleras y al final llegamos a unas cámaras, unos pasadizos fríos, húmedos y llenos de un ambiente muy pesado. Yo me agarraba con mucha fuerza al brazo d mi padre; tenía mucho miedo y un escalofrío recorrió mi espalda, provocándome todavía más miedo.

Allí abajo no se veía nada, todo era oscuridad y aunque mi padre y yo llevábamos linternas eso jo me tranquilizaba y mucho menos me ayudaba a quitarme el miedo, ya que muchas veces los escombros y los huecos en la pared formaban sombras, que a la vista de una niña eran terroríficas y daban pie a la imaginación.

                                                   Continuará...
   
                           

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