viernes, 29 de marzo de 2013

Un golpe de mala suerte.- Parte III


No me creía lo que estaba pasando. ¿En realidad todo había sido una inocentada o si que estaba atrapado? Mi ropa podía escurrir sangre de mi amigo, el cadáver estaba en medio de la habitación y tan pálido como la nieve. Yo no podía aguantar más. Estaba comenzando a delirar, ya no solo me moría de miedo sino que también de hambre, sed y sueño.

Me arrinconé en una de las esquinas sin saber que hacer. Solo esperaba que mi suerte cambiara y que de la nada sucediera algo que me librase de aquel infierno. Con el delirio comencé a pensar que todo era una gran pesadilla y me dejé marcas en las piernas de los pellizcos que me hacía. Todo era tan real como que me llamaba Raúl. A todo esto, aún no me he presentado. Me llamo Raúl aunque todo el mundo me conoce como Rulo. Tengo 23 años recién cumplidos. No tengo novia. Mucho menos hijos. Vivo solo y no tengo ni la más remota idea de porqué estoy aquí. El "amigo" que tengo en medio de ésta habitación es Sebas, o al menos lo era hasta que murió. Nos conocíamos desde pequeños, siempre fuimos inseparables hasta que empecé a no llamarle para salir. En fin, no creo que por ello esté aquí...
Estaba en la esquina apunto de que el sueño se apoderase de mi. Mis tripas rugían como fiera hambrienta. Sin querer entré en un profundo sueño. No quería quedarme dormido porque tenía mucho miedo pero me fue inevitable.

Me desperté en mitad de la noche, no veía nada. Todo estaba oscuro. Mi cuerpo paralizado decidió quedarse de guardia en aquella esquina. No sabía qué hora era pero un pequeño rayo de luz entró por la ventana indicando que estaba amaneciendo. Cuando por fin la luz logró llenar toda la habitación me di  cuenta de que algo había pasado mientras yo dormía. El cadáver de mi amigo había desaparecido y en su lugar había un plato de metal con comida aparentemente hecha con la misma carne de mi amigo o con ratas. Aquel plato parecía repulsivo y yo, obviamente, me mostré desconfiado hacia él ya que me lo había puesto el mismo que me mantenía encerrado allí.

 *Continuará*

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