viernes, 29 de marzo de 2013

Un golpe de mala suerte. Parte IV



Comenzó una batalla entre mis tropas y mi cabeza. Mi estómago pedía a gritos algo de comer pero mi cabeza desconfiaba muchísimo de aquella comida. Yo ya no estaba suelto por lo que pensé que a la persona que me tenía allí le interesaba tenerme amarrado a una silla con fuertes ataduras. Pensé que en la comida había un tipo de sedante; que me lo tragaría y que al rato me despertaría tumbado en una camilla o en una silla.
Yo no tenía un pelo de tonto e ideé otro plan. Esta vez iba a fingir que me había comido la comida y hacerme el dormido para que cuando apareciese la persona que me mantenía allí yo me levantase y me enfrentara a él.

De repente, sin quererlo, mis ojos empezaron a nublarse y a cerrarse. ¡Me estaba quedando dormido de verdad sin que pudiese impedirlo! Mi cabeza cayó y con la mirada pude apreciar un pequeño puntito rojo en mi antebrazo. Parecía un grano, pero en realidad era un pinchazo. Me habían sedado. Al parecer yo no era el único listillo de por ahí. Me quedé dormido sin poder impedirlo.
Amanecí atado a una camilla. Ésta vez estaba atado con fuertes correas. Estaba vestido con una larga bata verde azulada. Encima de mí había un fuerte foco que me alumbraba con gran intensidad. No se dónde estaba. Ese foco lo único que alumbraba era a mi persona. Ésta vez si que mi miedo era enorme. Entre el fuerte sonido de mi respiración oía los seguidos latidos de mi acelerado pulso. El sudor de mi frente caía en forma de océanos. De pronto la camilla comenzó a moverse. Se colocó en forma vertical. Yo ya esperaba mi muerte. Pero de la oscuridad se encendió una televisión. La pantalla estaba dividida en siete. Cada una de ellas mostraba cada una de las habitaciones de mi casa. ¡Eran grabaciones de mi casa! Me habían estado espiando durante dios sabe cuanto tiempo.

Las siete mini pantallas se apagaron y dejaron paso una imagen de un hombre marcado por la vejez y con la mirada cristalina y penetrante. Comenzó a hablar con una voz grave y desgastada. No se molestó en darme explicaciones de porqué estaba allí. Me dijo que se llamaba Raúl, que le llamaban Rulo, que no tenía ni novia ni hijos, que tenía 23 años y que vivía solo. Que estaba secuestrado y que le quedaba poco tiempo de vida. Se describió tal y como yo era. Me asusté cuando dijo que estaba apunto de morir.
La televisión se apagó. Se hizo una enorme oscuridad. Únicamente se oía mi descontrolada respiración. De golpe una mano me tapó la boca diciéndome con una pequeña risa que hacía demasiado ruido. Yo grite con fuerza del susto.

Desperté. Estaba dormido con una gran brecha en la cabeza en medio de aquel callejón oscuro. Todo había sido un sueño. Bueno, mas bien una pesadilla. Me encontraba en el callejón donde me habían golpeado y estaba con los bolsillos vacíos.  Al parecer me habían robado... Tras esa pesadilla la brecha en la cabeza y los bolsillos vacíos sabiendo que los de otro estaban llenos no me importó. Lo único que quería era ir a visitar a mi amigo.

"Fin"

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