miércoles, 3 de abril de 2013

Manicomio

"Hola amig@s, aquí nuestro nuevo relato; este, al igual que el anterior, está escrito por uno de nuestros compañeros de clase. Aidan, gracias por dejarnos publicar tu historia.
Espero que os guste tanto como a nosotras."

Ese día comenzó como cualquier otro, era lunes y Pedro se acababa de lavantar de la cama, era un día oscuro y lluvioso. Era día de universidad como otro cualquiera solo que ese día se iba de excursión a un manicomio para hacer un trabajo sobre enfermedades mentales.

Ya en el autobús Pedro se sentó solo como de costumbre en los asientos centrales, los demás apenas se fijaban en él. Alrededor de él se sentaron los que llamaban "populares", que durante el trayecto se mofaron de él. Pero a Pedro le daba todo igual ya que él solo se fijaba en su amada, Laura, o como él la llamaba en su imaginación "bomboncito"; nunca había hablado con ella ya que no se atrevía.

Ya habían llegado, el paisaje era lúgubre y tenebroso, en la entrada había un cartel que ponía: Hospital Mental de alta seguridad. Un escalofrío recorrió el cuerpo de Pedro, todos fueron entrando en fila india, menos nuestro protagonista, que se quedó observando a una ventana en la que había una sombra. Pedro pasó de ella y se incorporó al grupo.

Dentro del edificio una mujer de unos cincuenta años salió a recibirles, les explicó el recorrido y las normas eran:
    1. No separarse bajo ningún cncepto.
    2. No hacer caso a lo que digan los enfermos.
    3. No acercarse a la celda 666 por seguridad.
    4. Si la sirena comienza a sonar, salir rápidamente del pasillo o la puerta se cerrará para siempre.

Después de decir esto unas puertas se abrieron y la mujer les invitó a pasar dentro. La guía empezó a explicar una a una las enfermedades que padecían cada uno de los enfermos, pero Pedro pasaba del tema, y se alejó del grupo buscando algo más entretenido. Conforme más se alejaba, más raros eran los enfermos. Unos le pedían comida, otros le pedían conversación, y otros que les sacaran de ese infierno. Pero hubo uno que no le pidió nada, ni le dijo nada, solo se dedicó a mirarle muy fijamente. Pedro pasó de él, pero aquel extraño hombre le llamó por su nombre, siguió caminando, pero el enfermo con una risa malévola le preguntó cómo estaba su bomboncito Laura. Aterrado Pedro se giró y le preguntó que cómo sabía eso, este se asomó por las rejas y se volvió a reír. Tenía un objeto afilado en una mano y un chorro de sangre le bajaba por el brazo.

De repente se fundió la luz del pasillo y los otros enfermos comenzaron a gritar aterrados, Pedro sacó el móvil para alumbrar, aquel hombre había desaparecido, acto seguido comenzó a correr hacia la salida y la luz volvió. Un panorama de sangre y cadáveres yacía ante sus ojos. Pedro corrió hacia la puerta y una sirena comenzó a sonar, de repente el hombre o como ponía en la placa de la celda 666 "Jason", apareció con una máscara y empuñando un machete. Arrastraba un cuerpo lleno de sangre, era el de Laura. La sirena dejó de sonar, Pedro estaba atrapado para siempre. Lo último que se oyó ese trágico día fueron unos gritos de dolor que acabaron en un silencio eterno.

"Fin"

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