Eran las 7:30 de la mañana de un lunes cualquiera, había
estado nevando y las calles estaban cubiertas por la nieve; y yo, como todos
los días de clase, me dirigía a casa de Andrea, con mi música claro, para ir
juntas al colegio. Me costó mucho llegar a su casa, más que todo por la nieve,
y cuando llegué ella ya me estaba fuera esperándome.
Llegamos al colegio 20 minutos tarde, pero no importó mucho
porque ya se lo esperaban. Durante la primera hora de clase solo estábamos 4
personas, pero para la segunda, entre las dos clases éramos 10. No había mucha
gente en el colegio así que decidieron bajar al salón de actos para ver una
película. Cuando nos juntamos allí, entre todos no llegábamos a llenar el
salón.
La película que nos pusieron era muy vieja, pero parecía
interesante, hasta cierto punto, porque a la media hora se volvió muy aburrida
y "educativa". Andrea y yo empezamos a hablar y a comentar el salir
del salón y dar una vuelta por el colegio, ya que todos los profesores estaban
viendo la peli y no tendríamos problemas. Después de pensarlo un poco nos
animamos y con la escusa de ir al baño salimos de allí y empezamos a andar por
el primer piso.
Estuvimos en el ala de infantil y en la de primaria; al rato
nos encontramos con una puerta vieja y de madera barnizada, al principio no le
dimos mucha importancia, pero de repente empezamos a escuchar una música que
parecía provenir del interior de esa puerta. Nos extrañó mucho, así que
decidimos entrar a ver que era. Cuando abrimos la puerta lo que nos encontramos
dentro fue una iglesia, y la música parecía salir del órgano que había al
fondo.
Nos quedamos heladas, nuestros músculos se paralizaron, se
volvieron rígidos, no nos creíamos lo que veíamos, bueno, lo que no veíamos,
porque el órgano seguía sonando pero no había nadie tocándolo.
Salimos corriendo de allí sin caer en la cuenta de que nos
dejamos la puerta abierta, pero en ese momento era en lo último que podíamos
pensar. No queríamos volver al salón de actos así que nos fuimos al piso de
arriba para dar una vuelta y olvidar lo que habíamos oído y de lo que no
habíamos visto.
Estábamos en el pasillo de 6º de primaria y 1º de la E.S.O
cuando empezamos a oír unos pasos que parecían ser de mujer, pensamos que era
una profesora así que nos metimos al primer baño que vimos, por suerte era el
de las chicas, le dimos a la luz y esta tardó un poco en encenderse. Nos
metimos en unos de los baños individuales y nos pusimos a escuchar. Al tiempo
que la mujer se acercaba al baño la luz se apagó, ninguna quería salir a
encender la luz, por lo que nos quedamos a oscuras un buen rato, los pasos
cesaron delante de la puerta, que no tardó en abrirse dejando que un hilo de
luz del pasillo entrara e iluminara el baño. Andrea y yo nos tapamos la boca
para que no se hiciera apreciable nuestra respiración.
Andrea me hizo señas de que me subiera al retrete y que con
ayuda del expendedor de papel me asomara por encima de la pared del baño para
ver de quien se trataba, al principio me negué, pero al final accedí y me subí
con su ayuda. Cuando ya estaba arriba no veía nada, más que todo porque la luz
seguía apagada, permanecí allí arriba un rato para acostumbrarme a la oscuridad
o para esperar a que encendiera la luz, cosa que no hizo. Cuando ya me
acostumbré a la oscuridad del baño me di cuenta de que no había nadie, pero eso
era imposible, las dos oímos cómo abrió la puerta y cómo esos pasos entraban en
el baño.
Miré hacia abajo para decirle a Andrea que no había nadie,
pero esta estaba sentada en la tapa del retrete mirando hacia delante con la
vista perdida y fija en algo que había en la puerta del baño. Bajé como pude y
me puse delante de ella; su mirada estaba perdida y tenía la cara de haber
visto un fantasma. Sabiendo que no había nadie dentro del baño salí y encendí
la luz, cogí algo de papel y lo mojé con agua para refrescar su cara pálida,
cuando volví al baño en el que estaba Andrea ya estaba mejor y el color había
vuelto a su cara. Le pregunté qué le había pasado y me dijo que cuando subí a
la parte de arriba en la puerta, con una tinta casi fluorescente, se formaron
las palabras: "Cerrad la puerta, niñas entrometidas". Miré la puerta
y no encontré nada que se le pareciera, cualquiera le había tomado por loca
pero yo no, conocía muy bien a Andrea como para no creerla.
Mientras salíamos del baño hablamos de a qué se podía
referir aquello, le dimos mucha vueltas y no caímos hasta que pasamos por una
puerta idéntica a la que habíamos visto en el piso de abajo, caímos en la
cuenta de que ninguna de las dos había cerrado la puerta, así que bajamos a
cerrarla. Mientras bajábamos las escaleras volvimos a escuchar los pasos de
antes, pero esta vez decidimos no escondernos; nos quedamos quietas, esperando
a que esa mujer llegara, cada vez su paso era más firme y cercano a donde estábamos
pero todavía no veíamos a nadie. Pasaron 2 minutos y la mujer empezó a bajar
las escaleras, o eso parecía. El sonido de los pasos llegaron a la altura de
las escaleras en donde estábamos nosotras, todo era muy raro porque no había
nadie a nuestro lado pero los pasos se oían claramente; Andrea y yo nos miramos
y en ese momento algo me empujó y caí al suelo, muy cerca del borde de las
escaleras.
Mientras yo permanecía en el suelo Andrea se quedó en el
mismo estado de antes, estaba mirando la pared con la vista perdida y la cara
blanca. Me levanté con cuidado y miré en la misma dirección que ella, esta vez
sí que vi el mensaje, estaba escrito con pintura negra y con caligrafía
antigua; esta vez ponía: "Demasiado tarde, no llegaréis nunca". Y de
la misma forma que apareció, desapareció, y Andrea volvió en sí
Eran las 12 y quedaba media hora para irnos a casa, Andrea y
yo fuimos corriendo a la puerta de la iglesia, pero cuando llegamos al pasillo
ya no había puerta, había desaparecido. No entendíamos nada. Todo se había
vuelto muy raro y muy paranoico. Estuvimos hablando y decidimos no contar nada
de lo sucedido, más que todo porque nadie nos creería.
Volvimos al salón de actos, habían cambiado de película y ya
terminaba, nos sentamos en nuestros sitios y la vimos terminar. En la última
escena de la película un señor viejo y consumido por los años entraba en una
iglesia y comenzaba a tocar el órgano, la escena fue desapareciendo pero la
música seguía sonando, y en la pantalla negra apareció una frase escrita con
letras blancas: "Pero ya fue demasiado tarde, ellas nunca llegaron a salir
del edificio".
Entradilla del Diario de Navarra, sección Pamplona:
"Iosune Redondo y Andrea Marigó fueron vistas por
última vez en el colegio Escolapios-Calasanz de Pamplona"
By: La rubia peleona
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